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24/1/21 “El botitas”

  • Foto del escritor: Angy Kno
    Angy Kno
  • 3 mar 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 31 mar 2022

Técnicamente, ayer moriste.


Ayer de hace muchísimos años.


Pero ha sido hoy cuando he tenido que hacerme la idea de que, en cierta manera, también lo has hecho para mí.


Felicidades. Ha sido un suicidio superior.


Pues te bajaste del coche y dejaste que yo sola me estrellase.


Aunque sé que en un par de días (si no mañana) estaré recompuesta, seguramente a partir de ahora me dará por bajarme del coche a menudo.


Pero yo no buscaré culpables.


Si algo he tenido siempre claro en esta vida era que me resultaba imposible creer en cualquier cosa que no pudiera ver. Creía haber tenido eso que llaman amor varias veces mirándome de frente. La segunda fue la única que realmente me hizo llegar a pensar que había olvidado la primera.


Y has conseguido que ahora solo crea a medias.


Qué callada me has tenido, qué defensas más bajas, qué suerte la tuya.


Día tras día cantándole a Drusila mientras Cesonia tiraba de inmensurables esfuerzos para confiar.


Mi mundo se acababa y, en general, el mundo, también. Pero había una pequeña luz que me mantenía algo sobria.


Y claro, si ya hay mal en la tierra, ¿a qué querer aumentarlo?


Yo insistía en dormir, dormir mucho, dejarse llevar y no cavilar más.


En ese momento, yo no era, no podía ser consciente.


Pero las semanas se hacían como meses y yo [se viene tópico], solo quería cerrar los ojos, despertar, y tenerte delante. Sin pasar por tal agónica espera.


Y que todo recobrara el sabor para mí.


Porque por difícil que fuera, había un halo de esperanza. Y lo posible también merece una oportunidad.


Al final tenías razón. De nada habría servido tener ese asombroso poder, si no se puede cambiar el orden de las cosas.


Desde luego, no se podía.


Supongo que podríamos decir que te igualaste a los dioses y que todavía estás vivo. Puedes gritarlo cuan alto quieras. Ya eres el hombre más libre del universo.


Pero vivir, al menos como tú lo hacías, es lo contrario al amor.


Vaya fiesta eh, exactamente como la pediste: con espectadores, víctimas y culpables.


Enhorabuena, la función ha sido un éxito. Aunque las lágrimas hayan reemplazado a los aplausos.


Me habría gustado poder jurar que estaría siempre, de forma similar a cuando tú dijiste contundentemente que pondrías la mano en el fuego por mí (y eso que, sin haberla puesto, fui yo quien se la quemó).


Pero no necesito jurar.





Ya sabes por qué.

 
 
 

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